Los Caminos de Beato desde Liébana a Santianes de Pravia. Del Monasterio de Tina a la Puebla de Soberrón.
Por
la rasa costera llanisca. Camino de lo San Salvadores rumbo a Santianes de Pravia
Antes de continuar con el periplo viajero de Beato, hagamos una pequeña recensión. Tenemos a un referente religioso como Beato de Liébana que por diversas circunstancias se haya inmerso en las cuestiones políticas de la corte visigoda asturiana, a cuyo reino pertenecía Liébana. Pues bien sabemos por el propio Beato que en 785 este realiza con el Obispo Eterio un viaje a la corte de Mauregato en Santianes de Pravia para acudir a la entrada de la ex- reina Adosinda en el claustro monacal de Santianes.
Prosigo con el Periplo Viajero de Beato de Liébana y Eterio Obispo de Osma camino de Pravia
Llegados
nuestros viajeros y peregrinos a la villa de Cades, aquí tal vez podrían pasar por el Puente del
Arrudo, o lo que allí hubiera, para arribar hasta Bielva y poder seguir rumbo
Norte hacia la aldea de Serdio con la idea de logar cruzar Tina Menor mediante la
Barca de Pesués. (Trazo azul del mapa)
Aunque
de seguir por ese itinerario, a nuestro monjes aún les quedaba todavía otro gran cruce como es el de la ría de Tina Mayor, y poder dejar atrás el fronterizo paso de Unquera- Busto, para poder proseguir
por la rasa costera, conocido tal camino como Vereda de los San Salvadores.[1]
En
este juego de las hipótesis camineras, me tomo la libertad de colocar a nuestros ilustres monjes, o sea
al abad Beato y al Obispo Eterio, y a sus acompañantes, o sea el diácono Cosmén y los
siervos del propio monasterio de Turieno, más el guía que les había encomendado
el cenobio de Santa María de Tina,, y lo hago encontrarse en Unquera, o sea en la actual frontera
astur-cántabra, que de aquella no era otra cosa, que el paso entre la Asturias
de Oviedo y la llamada Asturias de Santillana, todas ellas dentro del
Tras no pocas penalidades, tomaron el camino que sube por la Texera y que pronto les colocó en el collado de
Tramoscantos, a donde les había ido a buscarles el abad Adulfo, que, desde la
atalaya de la Pica de Tina había divisado su andadura. Llegados a la
ventosa cumbral de la Sierra de Tina pudiendo desde tal punto adivinar el recoleto valle en el cual se asentaba el viejo cenobio de
Santa María de Tina, que con alegría le señalaba el viejo abad Adulfo que junto
con sus monjes se habían tomado unas horas de asueto para recibir a tales
dignidades al pie de sus predios.
Pero Beato, no tenía interés alguno en visitar Las Arriondas, en todo caso lo haría en el camino de vuelta a San Martín de Turieno, puesto que él quería tener una noticia fidedigna de los cenobios asentados a la par de la vieja traza romana conocida como Vía Agripa, la cual venía según le habían comentado, al abad de Turieno, desde las tierras francas la cual venía marcada por diversos enclaves salvadoreños de clara vocación carolingia, que en el caso de Cantabria se estaban refiriendo a los hitos salvadoreños de Castanedo, de Cuyedo, de Argoños, de Viveda, o San Salvador de Piélagos etc.,, enclaves medio perdidos entre los escasos poblamientos astures y cántabros que iban arrancando a la gran mancha boscosa astur, espacios para los asentamiento de sus gentes y que además esto se adornaba con otra gran advocación de tintes francos, la figura de San Martín de Tours a cuya memoria se levantaban monasterios e iglesias
En el trasunto de la marcha, cogiendo del brazo a Beato el buen abad Adulfo, le iba diciendo al primero, que tras la muerte de rey Fruela en el 768, que Dios
tuviera en su gloria, hasta ese momento, se podía decir que era un período de calma chicha pues los
muslimes no asolaban la región, o la menos no le habían llegado noticias de ninguna aceifa próxima, aunque sería raro que entraran hasta Tina, aunque no por ello decía el monje, nos libramos del aumento de gentes de mal vivir que pululan por los caminos como los gallofos, holgazanes, y vagabundos...varios que van pidiendo comida y limosnas por los lugares, los cuales a veces se dejaban caer al atardecer por el
cenobio no tanto para pedir un plato de sopa sino para robarles gallinas o alguna oveja.
Les salvaba, intervino el prior, puesto que Tina era un lugar aislado y escondido a la vista de las miradas curiosas, y aunque era un lugar cuasi mágico, para algunas gentes del lugar este era un sitio de brujería,
Es de suponer que ello se acentuaba más oyendo aquellos bramadorios día y noche, aquellos vientos racheados que asolaban las cumbrales mansoleas y por supuesto viendo aquellos aquellos monjes de oscura tez, venidos desde la más profunda mozarabía.
En todo caso el buen Abad Adulfo, le susurraba a Beato que no se apenara pues aún les quedaba algun que otro pellejo de vino guardado en las cuevas próximas, el cual les llegaba de vez en cuando desde las Bardulias, y estaba seguro que sus invitados podían degustar algun cuartillo de vino, aunque le habían llegado noticias de que en Turieno el vino era excelente ya que los monasterios de tales valles cultivaban preciadas viñas, pero estaba seguro, decía el abad que la hidromiel que probarían a la hora de la cena sería más que excelente, y les adelantaba a los visitantes que habría una excepción, en la estricta dieta de los monjes, pues a buen seguro que entre los rezos de Vísperas y Completas habría un capón de por medio.
Aunque el lamento a dúo, tanto del abad como del el
prior, «era que no había vino en los parajes anexos al monasterio porque las cepas no se daban bien, incluso no había sidra porque la huerta se mostraba cicatera a dejar que
los manzanos diesen su fruta, pese a lo abrigado del valle», aunque por detrás terciaba Rufus el pastor, acerca de la advertencia que les había hecho en su día a los buenos frateres «que de seguro era la fuerte salitre reinante en la zona la
causa de que no prosperasen los viñedos».
Ilustración 8 Monasterio de Santa María de Tina
Tina,
igual que los valles lebaniegos eran parte de esos refugios, situados fuera de
la vista y el paso de gentes. En definitiva, un pequeño paraíso a modo de un cuasi perfecto enclave mistérico ya desde el principio de los tiempos y que ahora albergaba a unos extraños monjes venidos de las
remotas tierras hispanas en poder de los Omeya.
En
ese mistérico lugar, denominado Tina, en medio de centenarias encinas relictas establecieron
los monjes mozárabes su desierto eremita, al que pusieron bajo la regla de San Fructuoso, aunque mucho
antes de su llegada. Misterioso lugar este que ya había acogido siglos antes en
cuevas, como la del Pindal, a otros antiguos pobladores llegados de nadie sabe
dónde.
La
llegada de las altas paternidades, como era el caso del abad Beato y el obispo de Eterio a
Tina, alteró la paz del lugar y llenó de orgullo a una escuálida comunidad de
orantes, que años más tarde (932), ya en plena decadencia monacal, vemos por distintos bases documentales, que estos pasarían a depender
de la palentina Abadía de Lebanza, hasta su disolución y posterior venta de tales parajes.
Hoy sin embargo, los viajeros que visiten el lugar lo que pueden ver, son los restos de
una antigua iglesia levantada a base a piedras proveniente de la primigenia construcción, y sobre esos basamentos se levantó una iglesia
románica, que se cree de estilo cisterciense, que son los restos que hoy se pueden contemplar, o sea tres ábsides, uno de los cuales muestra una ventana aspillerada, hay una
portada apuntada, al igual que los arcos de los ábsides. En un lateral de la
iglesia aún quedan restos de un horno, y en la cercanías el viejo pozo de
agua; en u montículo no muy lejano, se
pueden ver la cimentaciones de los aposentos y servicios del monasterio.
Ilustración 9 Ermita de Santo Emeterio
Ante tal actividad Beato quedaba pasmado, ver todas aquellas construcciones asentadas en el minúsculo valle, sin apenas poblamientos[3] en los alrededores, al menos él, no recodaba haber visto señales de castros, que los habría, ni en las encrucijadas había visto como en el viaje desde Toledo a Osma y camino de Turieno pender de viejos robles o castaños las horcas, o los ajusticiados pudriéndose colgados de la soga sol, lo cual por otro lado, marcaba las lindes del poderío señorial.
Salvo en Serdio, donde había saludado al pasar por delante de un nutrido castro al mandatario de turno, no recordaba haber visto señor alguno, más que este poblamientos castreño, y era de suponer que debía de haber tales señores, tal y como le citaba el abad Adulfo, siendo además estas tierras demarcación del poder cortesano de Mauregato, pero digamos que su corte se hallaba más al Este, hacia la Trasmiera.
El
Abad tras la abundante cena, y con algun trago de más, y tras los preceptivos rezos de Completas, invitó a los huéspedes a
que gozasen de los bramadorios de la zona, o sea el poder oí aullidos de la mar profunda, cuyos lamentos que se filtraban por las crujías de calcáreo suelo, sobre el que se
asienta este mágico lugar.
En
la noche, aquella jauría de aullidos, lo cual hacía sonreír cazurramente al viejo Adulfo, y hacía estremecer al joven Eterio, sorprendido como estaba por
aquella variada sinfonía, tan extraña como estruendosa, porque como decía el abad, ello tenía el
beneficio de cara al monasterio puesto que de noche nadie se acercaba a tan recoleto
lugar, porque decían que toda aquella ordalía se sonidos no era otra cosa que los lamentos de las almas que vagaban por el purgatorio, y
de aquellos otras criaturas que la mar se había llevado.
Ilustración 10 Imagen a la salida de la cueva del Pindal
Tras
esto se fueron a los modestos aposentos y pronto , tras Maitines llevaron de la mano a los invitados, a modo de Santa Compaña, secundados
por la hilera de monjes que con sus capuchones se protegían del relente de la mañana, y todos en comandita con antorchas en las manos entraban en la madre tierra, por una oscura abertura, para de este modo adentrarse en las entrañas de la
tierra, y metros más abajo darse bruces con las huellas de los viejos habitantes los cuales fueron plasmando su cotidianidad en las paredes de la cueva, lo que hoy
conocemos como la Cueva del Pindal,.
Dicha
contemplación debió impactar a Beato y sugerirle, tanto a este, como al propio Eterio,
lo que allí pudieron contemplar en medio de aquella densa oscuridad rota por la luz de la antorchas, un mundo de trazos rojizos, acá y allá, aprovechando las ondulaciones de las paredes para expresar su mundo cotidiano, aunque a Beato esto le parecía puro paganismo, no por ello quedaba admirado por tales pinturas. Lo que a buen seguro que luego sirvió de referencia para ilustrar su libro: Commentarium in
Apocalypsin.
Ilustración 11 Pinturas Cueva del Pindal
La estancia en Tina fue larga e intensa, pues los huéspedes se quedaron un día más para recorrer con calma aquellos lugares, además de significar su estancia con unos sacrales actos solemnes, y revestidos sus paternidades con todos sus aditamentos religiosos según su dignidad, y resultando que a la misa conventual del mediodía que oficiaron ambos monjes de Turieno y el abad de Tina, aparecieron gentes de alcurnia de los alrededores, y también gentes de los castros circundantes, llamados o atraídos por el relumbrón de los ilustres visitantes venidos de la Liébana, los cuales iban hacia la Corte de Mauregato,
Tras la concelebración se les comunicó, a los ilustres viajeros que
serían escoltados por algunas gentes de armas hasta el poblamiento de Aguilar (Llanes).
Por tanto, la siguiente etapa que tuvieron que afrontar nuestros peregrinos fue la que va desde el monasterio de Tina a las tierras de Aguilar, atravesando os predios de Pimiango, lugar donde siglos más tarde se asentarían otra curiosa comunidad artesana relacionada con el calzado: los mansoleas, gente de la suela, trashumantes del calzado por los caminos de Dios y de los hombres, y que curiosamente andando los siglos tal pueblo y tribu daría un falso cura a otro poblamiento lebaniego, en este caso a Tresviso
Dejaron el castro de Pimiango para bajar al lugar de La Franca, pues la idea de la escolta era llevar a tales
dignidades por el cómodo tránsito, que hoy recorre el Camino de Santiago denominado Camino del Norte o de la Costa, el cual pasa por Buelna y Pendueles, que en aquellos momentos no eran nada más que
pequeños caseríos, aunque hoy en Pendueles se pueden visitar algunas viejas
casonas, y como no, la griálica iglesia de San Acisclo de Pendueles (XIII)[4] de lo cual nada pudieron ver los lebaniegos
porque aún no existía.
Ilustración 12 Iglesia de San Acisclo
Como
tampoco vieron antes de salir de los predios de Tina, la capilla que hoy corona
la campa del Pindal, dedicada a San Emeterio y que algunos estudiosos la
vinculan con la familia Laso Mogrovejo, que dieron dineros a finales del siglo
XII para su levantamiento, ver no la podrían haber visto pue esta es mucho más
tardía, pero sí que debieron pasar por delante del manantial de aguas
beneficiosas para los pies, a buen seguro que Beato se tomó sus buenos tragos.
El camino es de suponer que se desarrolló a través de la amplia rasa costera, la cual no presenta muchos problemas de tránsito, por lo que continuaron viaje hacia el Oeste, hacia San Roque del Acebal, pero antes subieron a los ilustres visitantes hasta el yacimiento del ídolo pagano del Peñatu, [5] para mostrarle a Beato que la cultura pagana todavía estaba en el ADN de los montañeses que poblaban los castros astures.
Esto era algo que Beato, ortodoxo monje cristiano, católico romano, toleraba mal y que
llevaba peor que estas cosas salpicasen a la noble tierra astur. Esto era algo
que tendría que comentarle al rey Mauregato nada más llegase a Santianes, la cristianización del reino, pues no en vano Santiago había estado, según su conocimiento predicando por estas tierras «...Oh verdaderamente digno y más santo apóstol que refulges como áurea cabeza de España, nuestro protector y patrimonio nacional, evitando la peste, sé del cielo salvación aleja toda enfermedad, calamidad y crimen»
Aunque
en su íntimo y profundo ánimo se revolvían algunas cosas, pues los dibujos y grafías rotuladas en
la piedra de Peñatú al igual que en El Pindal, le invitaban a su contemplación y le
transportaban a las imágenes que se desprendían de la lectura del evangelio
de San Juan.
Ilustración 13 Ídolo de Peñatú
El joven obispo Eterio estaba exultante, nunca había
estado en las paganas tierras del Norte, y por supuesto nunca había visto el
mar, por lo cual, aunque el viaje era más bien duro, por las caminatas y la
dureza de lo que el viaje traía consigo: agasajos, comidas, etc., y como además
iban camino de la Corte, pues todo el mundo quería saber cosas acerca de los
reyes y sus cortesanos, y máxime desde que la Corte se había ido hacia el
occidente astur.
Llegados
los visitantes a Aguilar (Llanes) cumplieron, tanto Beato como Eterio, como tales dignidades
religiosas con los señores de Aguilar [6] a quienes les agradecieron la cortesía de
la escolta y la merienda a la que fueron invitados, aunque Beato adujo que le
era perentorio llegarse hasta el claustro de San Salvador de Celorio, donde recalarían
al pie dela vieja advocación salvadoreña, pues esperaba encontrarse con una
pequeña comunidad eremita bajo la Regula Comunis, aunque ya los
anfitriones le desanimaron indicándole que allí nada había, más allá de algunos
vestigios religiosos, y como nada recoge la historia acerca de este tema, no
sabemos que hicieron nuestros monjes ante tal tesitura.
Eso sí, sabemos que un tiempo más tarde bajo esta
advocación salvadoreña de Celorio surgió como de la nada una Comunidad de
Benedictinos. [7]
En ese sentido, pasa un poco lo mismo con el monasterio de San Antolín de Bedón, que tuvo asociado una cierta actividad monástica del tipo familiar, muy poco recogidas por la historiografía al uso.
Aunque sabemos que en Aguilar se entretuvieron en visitar Sancte Marie de Meldes que sería la sucesora del documento de cesión de Ramiro I allá por el 926 había donado a la iglesia de Oviedo.
Aunque lo que hoy pueden ver hoy
los viajeros es otra realidad, puesto que los viajeros fueron recibido en la
Puebla de Aguilar o sea en el cueto de Soberrón, o sea un contexto muy
diferente en lo geográfico y demás, puesto que Llanes como tal no parecía
existir, y lo que había era una especie de fortaleza amurallada en el cueto de
Soberrón.
Ilustración 1
San Salvador de Celorio y detrás el Cueto de Soberrón
Sin embargo una vez se
edificó la puebla de Llanes (1225), donde se dice que antes no había habido
poblamiento, pues ahora nos topamos con un gran edificio conocido bajo el
nombre de Santa María del Concejo (1480), el cual se alambica entre el
románico y el gótico, mostrando una gran portada Sur, la cual se haya techada
para dejar paso a cinco arquivoltas llenas de motivos simbólicos, y figuras
varias, entre las cuales se encuentra esculpido un hermano de la cofradía de
los Antonianos, (Canonici Regulares Sancti Agustini Ordinis Sancti Antonii Abbatis)
Los miembros de dicha Orden usaron un hábito negro con la letra griega tau de color azul en el pecho, que es lo que se llama la Tau o cruz de San Antón, y que algunos estudiosos confundieron al ver la arquivolta de Llanes de un personaje con una Tau al pecho con una cierta presencia templaria.
Ilustración 14 Fraile Antoniano en Llanes
Víctor Guerra
[1] https://www.veredadeheterodoxos.net/2020/01/1-etapa-bustio-pimiango-la-puerta.html
[3] Las polas
asturianas, promovidas hacia 1270, tanto las costeras -Ribadesella,
Villaviciosa, Gijón, Candás, Luanco, Luarca y Navia- como las interiores -Nava,
Grado, Salas, etc-, son un buen ejemplo de esta política de repoblación
interior, poco más conocemos de la época de Beato de núcleos: Cangas de Onis,
como la Corte, Las Arriondas, La Bardulia, Liébana. Primorias. etc…zona trasmontana, aparece el vocablo
"territorio", designando una escala comarcal más pequeña.
Centrándonos en el caso asturiano, nos encontramos el territorio de Buanga, en
el Valle de Trubia, el de Maliayo en la ría de Villaviciosa, o el de Pesgos en
el valle del Narcea, que sigue manteniendo la denominación gentilicia, Pésicos,
que ya había aparecido en el parroquial suevo.
[4]Iglesia de San Acisclo, edificio gótico de los siglos
XIII-XIV. Posee importantes reformas y añadidos en los siglos XVIII y XIX, como
la torre de campanas, costeada por el indiano Francisco de Mendoza Cortina.
https://asturgeografic.blogspot.com/2014/12/san-acisclo-de-pendueles.html
[5] El conjunto neolítico de pinturas y grabados aparecen
reflejados en la cara orientada a levante de esta peña ubicada en el final de
la Sierra Plana de la Borbolla; esta situación hace que la roca forme un
abrigo natural para las pinturas. Las
pinturas están realizadas en color rojizo y representan de forma esquemática
figuras humanas, de las que se puede destacar una en la que aparece una especie
de bastón. Hay también diferentes puntos rojos cuya
interpretación hoy en día es desconocida. Dentro de este grupo pictórico
(muchas de ellas hoy en día casi desaparecidas o con trazos muy endebles) se
halla también la figura de un animal cuadrúpedo. Las pinturas se entremezclan
con diferentes cruces grabadas en la roca hechas en la época de la
cristianización para sacralizar las figuras paganas.
[6] Llanes, terminaría siendo villa mediante su Carta
Pueblo en e1225. a la que se concede el fuero de Benavente, estableciendo el
paso intermedio entre el territorio de Aguilar y el concejo llanisco, donde
parece podían mandar el Señor de Soberrón y los padres del conde Piniolo.
[7] En el sentido histórico Celorio no tuvo cenobio
adosado como tal advocación de San Salvador, y aparece en el siglo X conformado
por una comunidad de Benedictinos, y todo hace sospechar que dicha advocación
tuvo algun actividad religiosa cenobítica,
ya que las advocaciones salvadoreñas pierden sus raíces en el olvido
historiográfico documental. En todo caso en el1017 había albergue de
peregrinos.
[8]
https://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_de_San_Antol%C3%ADn_de_Bed%C3%B3n.
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